miércoles, 7 de enero de 2015

ANIVERSARIO. Noviembre de 2014- Presentación del libro URGENCIAS DEL PIZARRÓN de Carlos PECAS SORIANO (Córdoba)





Carlos “Pecas” Soriano escribe, desde hace más de 20 años, sus poemas en un pizarrón de la salita contigua a la terapia intensiva del Hospital de Urgencias.
“Pensar con el alma y no tanto con la razón científica”. Así define Carlos “Pecas” Soriano, médico emergentólogo del Hospital de Urgencias, la misión de sus poemas. 

Y es que, en medio de tanto dolor como el que se vive a diario en la sala de terapia intensiva que más heridos producto de choques viales recibe en Córdoba, se pueden ver las palabras de aliento de este médico y artesano de las palabras.
“-En la cima del árbol, justo al borde del verde, -en donde empieza el aire-, hay un ruiseñor en concierto”. 
Todo comenzó en 1990, un martes, cuando se le ocurre borrar lo que estaba sagradamente escrito en el pizarrón de la salita contigua a la terapia intensiva y escribe un poema suyo, “para probar”. 
“En esa salita de dos por dos se dan los informes médicos a las familias, se realizan reuniones médicas y se comparte un café. Siempre hubo colgado un pizarrón de los negros, totalmente gastado, donde se anotaban cuestiones cuasi sagradas para los médicos, como las reuniones científicas o fórmulas básicas. Un día borré todo y escribí unas líneas de mi propia autoría. Fue crucificado por mis colegas”, cuenta Pecas, entre risas. 
Dos años duró la resistencia del resto de los médicos. Cumplido ese tiempo, las miradas fueron cambiando. “Notaba un brillo distintos cuando leían mis líneas. Cuando atendía en la sala de terapia intensiva, siempre les susurraba a los pacientes al oído algunos de mis poemas, para que la terrible situación de estar internado, adolorido, muchas veces con la sola compañía de otros enfermos, no fuera tan dura”, dice Pecas.






Poesía intensiva Por Emanuel Rodríguez


El médico y poeta “Pecas” Soriano presenta el viernes una reedición de Urgencias del pizarrón, un libro de poemas que a mediados de la década de 1990 reunió sus escritos en la pizarra de la sala de terapia intensiva del Hospital de Urgencias. 

y una salita al lado de la terapia intensiva del Hospital de Urgencias. Ahí te llevan los médicos a darte los informes del paciente internado y ahí también, a veces, los médicos se juntan a tomar un café. Esa salita tiene un pizarrón y una historia que contar: durante dos años de la década de 1990, uno de los médicos emergentólogos se dedicó a escribir poemas en ese pizarrón. Al principio, sus colegas rechazaron eso: estaban acostumbrados a las anotaciones típicas, los horarios de reuniones, esas cosas. El médico no se dio por vencido, y además incorporó la poesía al tratamiento de los pacientes. Podías quebrarte todo en un accidente y cuando abrías los ojos tenías a un tipo de guardapolvo susurrándote un poema en el oído. Ese laburo intensivo fue reunido en un libro que cruzó todas las fronteras, un libro poderoso que sirve de inspiración para médicos de todo el mundo y que ha cambiado de un modo sutil el modo en que varias personas se asoman al límite terrible entre la vida y la muerte. 
“Pecas” Soriano es el autor de Urgencias del pizarrón, un clásico cordobés que acaba de ser reeditado y que será presentado el viernes a las 20 en el auditorio Diego de Torres de la UCC (Trejo 323). Por cierto: pasaron 20 años. En el pizarrón, hace dos décadas que sólo se escribe poesía. 
–¿En qué se parecen la escritura y la medicina?
Para empezar, ambos son arte. Ambos salvan. La poesía es un salto a lo indecible. El poeta es un ser común, con una bandera imprescindible: hace que su alma piense. Y luego traduce y traduce con una tinta interminable. Aunque… traducir el alma no es tarea sencilla. El buen médico intenta traducir lo que ya ha sido transgredido por diversos motivos, naturales o no. Su tarea no sencilla consiste en no valerse sólo de su técnica, sino de algo que está más allá. La poesía también intenta ir “más allá”. La poesía mueve al hombre más allá de sus límites absurdos, lo saca del cuadro, de la superficie estudiada, y lo deja flotando en el aire, para que remonte la vida, como si recién comenzara el viento.

–¿Qué aprendiste de la escritura que te haya servido en tu profesión de médico?
–Casi todo. Decía Roberto Juarroz: “La poesía es la forma que la locura adopta para salvarnos”. Ese conocimiento poético, con el tiempo, se transforma en algo mucho más sublime que la palabra escrita. La poesía pasa a ser entonces una forma de vida. Y uno no puede sacarse el “traje de poeta” para asistir a un enfermo. Recuerdo haber susurrado miles de veces poemas a mis pacientes graves de terapia intensiva. Qué habré logrado o no con ello, es difícil de medir. Pero lo seguro es que la poesía salva.


–¿Alguna vez recurriste a la poesía como si fuera un primer auxilio?
–Siempre. Irremediablemente, en la zona más oscura del dolor, la poesía es una tabla de salvación. Así como en lo maleable del ser está su consistencia, en lo más tierno del hombre está su fortaleza. No he permanecido demasiado tiempo en zonas negras sin recurrir a la poesía. Sin embargo, no es fácil mantenerse a dos centímetros del suelo. Por momentos es complicado mantenerse con el corazón ardiendo. Igualmente siempre, de alguna u otra forma, la vida teje su telaraña de equilibrio.

–¿Qué significa para vos el Hospital de Urgencias de Córdoba? 
–Es mi segundo hogar. Allí viví horas difíciles, y allí viví momentos muy felices. He pasado navidades, fines de año, fiestas, y días comunes de guardia. Todo el mundo sabe que el hospital es una gran familia, que no descansa nunca. Cualquier integrante de esa gran familia sabe que si tocan un solo ladrillo del hospital, es como una herida que se abre en nuestro cuerpo. Defendemos el hospital como algo sublime. 



"Irremediablemente, en la zona más oscura del dolor, la poesía es una tabla de salvación."
–¿Cómo te diste cuenta de que querías ser médico? 
–Por mera coincidencia. Estudié medicina por descarte entre varias ciencias humanísticas, y recién en cuarto año de medicina, cuando toqué mi primer paciente, me di cuenta de que otra cosa no hubiera podido ser. Mi vocación era muy fuerte. Sabía que había nacido para eso. 

–¿Cómo te diste cuenta de que querías ser poeta?
–Fue un hecho imperceptible. Puedo decir que mi primer poema lo escribí allá por mis 15 años. Pero no puedo precisar cuándo entré en la poesía. Alguien dijo que la única manera de entrar en la poesía era “estar adentro”. Sí sé que en algún momento de mi vida pude ver que las piedras tenían vida, que los mínimos movimientos del alma me causaban distinta emoción que a mis compañeros de viaje. No podría vivir sin poesía. Pero la poesía vista más allá de la palabra. La poesía de los gestos, las miradas, los mínimos vuelos. Pienso que la poesía me mantiene en el mismo vuelo que tenía a los 15, cuando volar no era una utopía. Por eso, uno de mis poemas termina diciendo. “A veces el hombre/ es un pájaro/ que ha perdido/ la memoria de sus alas”. 

Perfil y presentación
Carlos “Pecas” Soriano es médico especialista en Emergentología del Hospital de Urgencias de Córdoba y exdocente de la Cátedra de Bioética en la UNC. EscribióLlueve sobre el exilio y Urgencias del pizarrón, que acaba de ser reeditado por El Emporio Ediciones y que el autor presentará el viernes a las 20, junto con Tamara Sternberg y Juan Chávez, en el auditorio Diego de Torres de la Universidad Católica (Obispo Trejo 323). Habrá videos, música, y parte del espectáculo Dos poetas en vuelo, en el que “Pecas” participa con Cecilia Fandiño y Juan Chávez.

En Villa María. Presentó SILVANA GARNERO





Un ruiseñor en concierto


En la cima del árbol
justo al borde del verde
-en donde empieza el aire-
hay un ruiseñor en concierto.

Por un momento
creo que soy de nube
que no me pesa esta materia
que casi tengo la altura de su canto.

De pronto el ruiseñor
sostiene al árbol con sus patas
y sube y sube
hasta que el cielo es tierra.

¿Quién le puso tanto pájaro
a esta música?


Si toco todos los días

Si toco todos los días
este pan, la cama y mis zapatos
el pie que me adelanta
y el ojo por donde entra el mundo.
 
Si con esta visión de la corteza
adivino al árbol
y al pájaro que viene.
 
¿Cómo no voy a conocer
la exacta dimensión de tu sonrisa
cuando veas tu nombre
escrito con mis uñas en los muros?



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